A pesar de varias décadas de actividad de China en la Antártida, es decir desde 1983, cuando este país se unió al Sistema del Tratado Antártico, algunos países cercanos a las regiones polares, así como los países occidentales, se han mostrado escépticos ante los objetivos de China. Las tensiones y la competencia entre China y Estados Unidos han hecho que Washington se decida a presentar una imagen negativa de las intenciones de China en diversos ámbitos y regiones, así como a reunir sus socios para enfrentar a este país. El abanico de competiciones no se limita a áreas geográficas, sino que también se puede ver en el ámbito de las nuevas tecnologías, el espacio, etc. En tal situación, ambas partes, al tiempo que amplían sus capacidades, intentan convertir su propia narrativa de los acontecimientos en la narrativa dominante.
Además de esta cuestión, algunos cambios en las políticas de China también han sido eficaces para aumentar la atención a las políticas de este país en las regiones polares. De hecho, China ha prestado más atención a esta región desde que Xi Jinping llegó al poder. Por primera vez en 2015, Xi Jinping propuso el término “gran potencia polar”, y el país publicó el documento de política ártica en 2018. Además, en la 40.ª Reunión Consultiva del Tratado Antártico en mayo de 2017, que se celebró por primera vez en Pekín, se publicó el Libro Blanco sobre las actividades de China en la Antártida.
Con el desarrollo de sus actividades en la Antártida, China persigue objetivos diferentes. En primer lugar, la mera actividad en las regiones polares puede ser un símbolo de que este país se convertirá en la máxima potencia del mundo. En este sentido, al estar presente en las regiones polares, China busca ser reconocida como una potencia superior por los demás, independientemente de sus logros materiales. Sin duda, el desarrollo de las actividades científicas de Pekín en esta región ayudará en este asunto.
China es consciente de que con los nuevos acontecimientos, incluido el desarrollo de nuevas tecnologías, puede que el contenido de los tratados y acuerdos anteriores relacionados con la Antártida ya no sean adecuados. De esta forma, Pekín no quiere mantenerse al margen de posibles nuevos acuerdos o nuevas regulaciones respecto a las actividades en esta zona geográfica.
Otra cuestión es que si bien el Protocolo de Madrid de 1998 sobre la protección del medio ambiente antártico prohíbe todas las actividades relacionadas con los recursos minerales antárticos, con excepción de la investigación científica, pero considerando que hay un período de 50 años (hasta 2048) para cambiar o modificar este protocolo, al desarrollar actividades científicas, Pekín se está preparando para cualquier cambio en este protocolo y espera tener la preparación necesaria si se permiten actividades mineras en esta zona después de este período de tiempo.
A estos objetivos habría que añadir también la posibilidad de las actividades de supervisión de China. La nueva estación de investigación de China conocida como Qinling está ubicada en el sur de Australia y Nueva Zelanda, lo que permitirá a Pekín recopilar información de estos países. Esta cuestión será más posible con el avance de las nuevas tecnologías.
En general, al mismo tiempo que Occidente intenta presionar a China, este país seguirá luchando por desempeñar un papel en la Antártida. Este será un privilegio que Pekín podrá aprovechar en sus relaciones con Estados Unidos y los países interesados de la región. Mientras tanto, el desarrollo de las actividades de China significará que este país se convertirá en un activista que impedirá cualquier cambio en el modo de actividades en la región que no tengan en cuenta las consideraciones de China.
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