Hussein Ahmadi – Experto en Asuntos de Asia Occidental
Irak, debilitado por conflictos internos en décadas pasadas, busca ahora posicionarse como un nuevo actor clave en la diplomacia árabe. Este movimiento puede analizarse en el marco de la representación diplomática, donde los gobiernos redefinen su identidad política aprovechando las relaciones multilaterales.
No obstante, la invitación a Al-Shar’ genera interrogantes por su pasado como exlíder de Hay’at Tahrir al-Sham y sus vínculos con grupos extremistas. Aunque Al-Shar’ ha intentado distanciarse de su historial desde 2017, las acusaciones del Consejo de Seguridad de la ONU y países occidentales —que aún consideran a Haya Tahrir al-Sham una organización terrorista— dificultan la confianza en él. La reunión entre el ministro de Cultura iraquí, Ahmed Al-Badrani, y su homólogo sirio, enfatizando la cooperación cultural, refleja los esfuerzos de Bagdad en diplomacia pública para construir lazos con Damasco bajo el marco político-seguritarío de Asia Occidental. Pero estas iniciativas podrían fracasar ante las dudas sobre Al-Shar’.
Este mensaje diplomático, guiado por un realismo cauteloso, muestra el intento de Irak de equilibrar ambiciones regionales con los riesgos de opciones controvertidas, como la presencia del presidente interino de Siria en Irak.
Consecuencias Políticas Internas
La invitación a Al-Shar’ ha tenido repercusiones políticas significativas en Irak, especialmente para el gobierno de Mohammed Shia’ Al-Sudani. Protestas en redes sociales y declaraciones de grupos políticos, incluido el movimiento Asa’ib Ahl al-Haq liderado por Qais al-Khazali, reflejan un profundo descontento de esta decisión. Khazali advirtió que la presencia de Al-Shar’ podría llevar a su arresto judicial —una afirmación basada en acusaciones sobre su presencia en Irak, incluido presuntos vínculos con Al-Qaeda e ISIS en los años 2000. Reportes indican que Al-Shar’ usó el alias «Amjad Muzaffar Hussein» en ese periodo, haciéndose pasar por ciudadano iraquí, lo que ha enfurecido a muchos iraquíes.
Estas tensiones destacan profundas divisiones en la escena política iraquí. Grupos opositores ven la presencia de Al-Shar’ como una legitimación de una figura polémica, un insulto a víctimas pasadas y un blanqueo del terrorismo. En contraste, el gobierno de Al-Sudani justifica la invitación como un paso hacia la estabilidad regional y la reintegración de Siria en la Liga Árabe. Este choque, que se intensifica a medida que se acercan las elecciones parlamentarias iraquíes, podría conducir a una inestabilidad política interna. Analistas como Alla Mustafá, investigador iraquí, argumentan que una orden judicial contra Al-Shar’ podría desafiar legalmente al gobierno, especialmente si esta invitación se omitió sin coordinación con las instituciones judiciales.
Por supuesto, desde una perspectiva regional, la posible asistencia de Al-Shar’ en cumbre de Bagdad podría afianzar al gobierno interino sirio en la Liga Árabe. Tras participar en la Cumbre Árabe de Emergencia en El Cairo (marzo 2025), su presencia en Bagdad fortalecería los lazos de Damasco con el mundo árabe. Sin embargo, las dudas sobre su compromiso con reformas y su distanciamiento del pasado nublan este posible resultado positivo. Su cambio de nombre y aparente ruptura con Al-Qaeda —vista por Occidente como una táctica para ganar legitimidad— han erosionado aún más la confianza en él.
Desafíos de Seguridad
Uno de los mayores retos para gobierno de Irak son los riesgos de seguridad vinculados a la posible presencia de Al-Shar’. Su pasado como figura vinculada a grupos extremistas aumenta la amenaza de reacciones violentas de grupos armados. Omar Mohammed, investigador de la Universidad George Washington, advierte que esta invitación podría desencadenar protestas organizadas o violencia dirigida, especialmente de facciones que ven a Al-Shar’ como una amenaza para seguridad de Irak. Los vídeos publicados en las redes sociales de ciudadanos iraquíes amenazando a Al-Shar’ han exacerbado estas preocupaciones.
Según Fadhil Abu Ragheef, analista político, el gobierno iraquí está comprometido con la seguridad de Al-Shar’ y otros líderes árabes. Pero el complejo panorama de seguridad de Irak dificulta este compromiso. Reportes sugieren que algunos grupos podrían sabotear la cumbre mediante intimidación o filtraciones a partidos opositores. Estas amenazas, interpretadas en una geopolítica tensa, convierten la cumbre en una prueba para las capacidades de seguridad del gobierno. Algunas fuentes en redes sociales afirman que Al-Shar’ podría enviar al canciller sirio, Asaad Al-Shaybani, en su lugar a Bagdad —una decisión que reduciría tensiones, pero restaría impacto diplomático de la cumbre.
En definitiva, la Cumbre Árabe en Bagdad es una oportunidad única para que Irak consolide su rol como actor regional, pero su éxito depende de la capacidad del gobierno para gestionar tensiones internas y de seguridad. La asistencia o ausencia de Al-Shar’ reflejará las complejidades políticas de la región y los desafíos que enfrenta la Liga Árabe. Este desarrollo, que combina el realismo cauteloso y el activismo diplomático de Al-Sudani, podría marcar un hito en las relaciones iraquí-sirias —si se maneja con prudencia. No obstante, el polémico pasado de Al-Shar’ y la falta de pruebas contundentes sobre su cambio real colocan a Irak en una posición difícil, requiriendo una evaluación exhaustiva de las consecuencias y un análisis de costos y beneficios de esta invitación, que parece favorecer más a Al-Shar’.
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