Abdulrahman Fathollahi – Experto en Asuntos Internacionales
El nombramiento de Marco Rubio, secretario de Estado, como asesor de seguridad nacional interino, la destitución o renuncia de Mike Waltz y el creciente papel de Steve Witkoff, enviado especial para Asuntos de Asia Occidental, reflejan los esfuerzos de Donald Trump por concentrar el poder y coordinar la política exterior en manos de sus leales más cercanos. «Estos cambios, que han estado acompañados de tensiones internas y presiones de grupos conservadores, conllevan implicaciones estratégicas para la posición global de Estados Unidos.»
Reconfiguración en el gabinete y la concentración de poder en manos de Rubio
Tras las últimas transformaciones, Marco Rubio, Secretario de Estado, asumió temporalmente también el cargo de asesor de seguridad nacional, un cargo que previamente desempeñaba Mike Waltz. Recientemente, Fox News informó que Waltz y su adjunto, Alex Wong, fueron despedidos, mientras que CBS describió el suceso como una renuncia voluntaria. Por su parte, Politico sugirió que Steve Witkauf podría ser el sustituto de Waltz. Estos cambios, ocurridos apenas poco más de 100 días después del inicio del segundo mandato de Trump, podrían interpretarse como un enfoque centralizado para reestructurar el equipo de política exterior.
La designación de Rubio en dos cargos clave-secretario de Estado y asesor de seguridad nacional- no es inédito, pero no se había visto tal concentración de poder desde Henry Kissinger en los años 70. Rubio, quien alguna vez fue rival de Trump en las elecciones de 2016 y fue ridiculizado como «Little Marco», se ha convertido en uno de sus principales aliados al alinearse con la política de «América Primero». Trump elogió a Rubio en redes sociales declarando: «Marco Rubio es increíble. Cuando tengo un problema, llamo a Marco y él lo resuelve». Estas declaraciones reflejan la confianza personal de Trump en Rubio, pero las capas subyacentes de esta decisión revelan una estrategia más compleja.
Rubio supervisa una reestructuración radical del Departamento de Estado, incluyendo la disolución de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional USAID, un recorte del 15% en puestos de trabajo, el cierre o fusión de más de 100 oficinas globales y restricciones en la emisión de visas para estudiantes extranjeros. También ha negociado acuerdos para trasladar inmigrantes acusados de crímenes a terceros países, como El Salvador. Estas medidas reflejan un giro hacia una política exterior más aislacionista y dura, en línea con las prioridades de Trump. Sin embargo, asumir simultáneamente el rol de asesor de seguridad nacional —que, según Thomas Wright, exfuncionario del Consejo de Seguridad Nacional, es más que un trabajo de tiempo completo— plantea desafíos sin precedentes para Rubio.
Motivaciones de Donald Trump tras los cambios: desde la lealtad hasta el control y la evitación del caos
Un análisis de las capas subyacentes de estos cambios revela que Donald Trump busca concentrar el poder en manos de personas que combinan lealtad personal y flexibilidad política con habilidad ejecutiva. La destitución o renuncia de Waltz —debilitado tras incluir erróneamente a un periodista en un grupo de mensajería de altos funcionarios de seguridad nacional— es un indicio de la intolerancia de Trump hacia los errores. Waltz, a quien Fox News describió como una figura destacada en política exterior, no logró mantener la plena confianza de Trump, especialmente en comparación con Rubio, quien cuenta con una sólida credibilidad política —respaldada por una votación de 99-0 en el Senado y una larga trayectoria en Florida—.
Declaraciones de Dan Gelber, excolega de Rubio, en las que afirmaba que Rubio «no es un agente del caos» y que actúa como un factor estabilizador en un gobierno turbulento, ilustran la razón por la que fue elegido para este doble rol. Donald Trump, que en su primer mandato vivió inestabilidad tras abrupto despido de Rex Tillerson, busca reducir el caos en su gabinete. La concentración de poder en manos de Rubio, quien tiene la capacidad de coordinar entre el Departamento de Estado y el Consejo de Seguridad Nacional, le permite a Trump dirigir la política exterior con menos supervisión, asegurándose al mismo tiempo de la lealtad política.
No obstante, las presiones internas, especialmente de grupos conservadores, han generado complicaciones. Charlie Kirk y Donald Trump Jr. denunciaron los esfuerzos de la Fundación para la Defensa de las Democracias para socavar a Witkoff, revelando la existencia de divisiones ideológicas en el campo de Trump. Esta fundación, crítica del movimiento «América Primero», busca influir en la política exterior ejerciendo presión sobre funcionarios. Estas tensiones muestran que Trump no solo enfrenta desafíos ejecutivos, sino también rivalidades internas en la orientación de su política exterior.
Consecuencias estratégicas y la redefinición de la política exterior estadounidense
Los cambios en el gabinete de Trump tienen profundas implicaciones para la política exterior de Estados Unidos. La concentración de poder en Rubio —de enfoque pragmático pero conservador— podría favorecer una mayor la coordinación entre diplomacia y seguridad nacional. Sin embargo, su doble rol, como advierte Wright, podría generar ineficiencias debido a la sobrecarga de responsabilidades. El Consejo de Seguridad Nacional, que coordina operaciones diplomáticas, militares y de inteligencia, requiere atención a tiempo completo, y su fusión con el Departamento de Estado podría crear vacíos en la toma de decisiones.
El creciente protagonismo de Steve Witkoff, quien actúa como enviado especial en Asia Occidental en negociaciones delicadas y cruciales, y posible reemplazo de Waltz— refleja la preferencia de Trump por recurrir a figuras cercanas e informales para impulsar objetivos específicos. Su rol, similar al de Jared Kushner en el primer mandato, quien asumió múltiples responsabilidades, sugiere una estrategia de confiar en redes leales fuera de las estructuras formales. Este enfoque, aunque incrementa la flexibilidad, también podría generar duplicidad de funciones y reducir la transparencia en la formulación de políticas.
Desde una perspectiva estratégica, la reestructuración del Departamento de Estado y la reducción de la presencia global marcan un retroceso de la diplomacia tradicional en favor de intereses nacionales a corto plazo. Este giro podría debilitar relaciones con aliados, especialmente en Europa y Asia, donde los programas de desarrollo de EE.UU. desempeñaban un papel clave en el mantenimiento de su influencia. Además, las políticas migratorias restrictivas de Rubio —enfrentadas a desafíos legales— podrían generar tensiones con países vecinos como El Salvador.
Escenarios previsibles: desde la estabilidad hasta la inestabilidad
De cara al futuro, se vislumbran dos escenarios para el gabinete de Trump. En el primero, la concentración de poder en Rubio y el rol complementario de Witkoff podrían conducir a una relativa estabilidad en la política exterior. Rubio, con su habilidad política y flexibilidad, podría gestionar tensiones internas y ejecutar eficientemente la agenda «América Primero». El nombramiento de Waltz como embajador ante la ONU también podría reducir fricciones internas, aunque manteniendo su influencia en un rol secundario.
En el segundo escenario, la sobrecarga de Rubio y las presiones de grupos conservadores podrían derivar en inestabilidad. Si Rubio no logra manejar sus roles duales, las fallas operativas y decisorias debilitarían la política exterior. Además, las rivalidades internas, especialmente entre partidarios del movimiento «América Primero» y conservadores tradicionales podrían agravar divisiones, limitando la capacidad de Donald Trump para alcanzar logros en política exterior.
En resumen, los cambios en el gabinete de Trump —desde el nombramiento de Rubio como asesor de seguridad nacional interino hasta la destitución o renuncia de Waltz— reflejan un intento por centralizar el poder y reducir el caos en la política exterior. Estos cambios, acompañados de tensiones internas y presiones de grupos conservadores, revelan las capas subyacentes de la estrategia de Trump: lealtad, control y redefinición del rol global de EE.UU. Sin embargo, la concentración de poder en Rubio y el creciente papel de Witkoff, aunque promueven estabilidad a corto plazo, conllevan riesgos de ineficiencia e inestabilidad a largo plazo. La capacidad de Trump para gestionar estos desafíos determinará el posicionamiento de EE.UU. en el orden internacional.
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