Abed Akbari – Investigador en asuntos europeos
El nuevo Fondo, además de buscar sinergias en defensa, representa un esfuerzo sistemático para reducir la dependencia estratégica de Estados Unidos, en un contexto de cambios geopolíticos emergentes y giros políticos a ambos lados del Atlántico.
Resurgimiento de la autonomía defensiva ante amenazas recurrentes
Los intentos de Europa por establecer una estructura defensiva independiente se remontan a la década de 1950. A pesar de esfuerzos como el fallido proyecto de la «Comunidad Europea de Defensa» (CED) y la posterior formación de la Política Común de Seguridad y Defensa (PCSD), la OTAN siempre ha desempeñado un papel dominante en el orden de seguridad del continente. Sin embargo, los acontecimientos recientes, especialmente la guerra en Ucrania, han marcado un punto de inflexión en la redefinición de las amenazas tradicionales, impulsando un nuevo discurso sobre la autonomía defensiva en Europa.
Después de décadas, una guerra clásica con armamento pesado ha resurgido en el corazón de Europa, lo que desde 2022 ha provocado un aumento significativo de los presupuestos militares en los países miembros de la UE. En particular, Polonia, los países bálticos y Escandinavia han registrado incrementos que superan el 2% de su PIB en gastos defensivos.
No obstante, antes de la creación del nuevo Fondo, este aumento se daba de manera dispersa, descoordinada y, en ocasiones, con despilfarro de recursos. El nuevo Fondo de Defensa está diseñado para abordar este problema, estableciendo un mecanismo integral para inversiones coordinadas, evitando duplicidades en armamento, mejorando capacidades conjuntas y desarrollando tecnologías emergentes en áreas como inteligencia artificial, defensa contra drones y ciberseguridad. Según la Comisión Europea, los recursos de este Fondo provendrán del presupuesto de la UE, contribuciones voluntarias de los Estados miembros y préstamos conjuntos, siguiendo un modelo similar al del fondo de recuperación pospandemia.
Erosión de la confianza estratégica en EE.UU.: un factor clave
Un segundo elemento clave en la creación de este Fondo es la pérdida de confianza en Estados Unidos como garante último de la seguridad del continente. La experiencia de la primera presidencia de Donald Trump (2017-2021), con sus amenazas recurrentes de abandonar la OTAN o condicionar la defensa de los aliados, fue una primera señal de alarma para Europa. Su regreso a la política estadounidense ha revivido estas dudas y, esta vez, las ha llevado a una redefinición concreta en las políticas europeas.
Estudios publicados por parte de los think tanks como Bruegel y CEPS muestran que la opinión pública y las élites de los asuntos estratégicos en Europa son más escépticas que nunca respecto a una dependencia prolongada del «paraguas de seguridad estadounidense». En este contexto, potencias clave como Alemania y Francia están definiendo los contornos de una política defensiva independiente y complementaria. Aunque ninguna potencia europea busca romper por completo con la OTAN, la necesidad de desarrollar capacidades autónomas para responder a crisis regionales, brindar apoyo logístico, gestionar fronteras comunes y liderar operaciones en zonas de influencia directa de Europa se ha convertido en un consenso tácito entre los tomadores de decisiones europeos.
Industria defensiva europea y la necesidad de estabilidad financiera
Un tercer factor es la creciente presión de la industria defensiva europea por contar con fuentes de financiamiento estables y predecibles. Empresas como Airbus, Leonardo y Rheinmetall, actores clave en el sector armamentístico europeo, han advertido en repetidas ocasiones sobre su incapacidad para competir con la industria estadounidense e israelí. La falta de horizontes de inversión, la incertidumbre sobre los pedidos gubernamentales y la ausencia de mecanismos de compra colectiva han obstaculizado el desarrollo de la industria local. El nuevo Fondo, al establecer un marco financiero-operativo coordinado a nivel de la UE, busca subsanar este vacío y reposicionar a la industria europea en el centro del escenario.
Desafíos y perspectivas
A pesar de sus ambiciosos objetivos estratégicos, esta iniciativa no está exenta de retos. En primer lugar, la asignación de recursos del Fondo será un punto de conflicto potencial entre los Estados miembros. Los países más pequeños temen que los principales beneficios económicos y tecnológicos favorezcan a potencias industriales como Alemania, Francia o Italia. En segundo lugar, las naciones del Este de Europa, como Polonia, Estonia y Lituania, que aún dependen fuertemente de la presencia militar estadounidense, ven con recelo—y en algunos casos rechazan— cualquier iniciativa defensiva europea independiente.
En tercer lugar, la falta de un consenso estratégico sobre amenazas comunes—desde China y Rusia hasta los conflictos en Oriente Medio y el norte de África—podría impedir la formación de una doctrina militar unificada en Europa.
En cuarto lugar, la experiencia previa de la UE en la gestión de recursos compartidos, especialmente en fondos estructurales o de apoyo, ha sido criticada por falta de transparencia financiera, eficiencia en la asignación y control regulatorio.
Sin embargo, la creación de este Fondo marca un hito en la transformación de la UE de un actor económico a uno geopolítico. Si este proyecto se implementa correctamente, Europa no solo alcanzará un mayor grado de autonomía operativa en el ámbito de la defensa, sino que también podrá desempeñar un papel más independiente y eficaz en el orden de seguridad global.
En un mundo donde los antiguos mecanismos de garantía de seguridad se han erosionado y los actores emergentes están redefiniendo las fronteras de influencia, Europa, con la creación de este nuevo Fondo Europeo de Defensa, ha dado el primer paso hacia la construcción de su arquitectura de seguridad del siglo XXI. Este plan, más que una respuesta a las crisis actuales, es una inversión en un futuro en el que la autonomía militar no será un ideal lejano, sino una exigencia para la supervivencia.
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